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Cuando el doctor Luis Feria Bernal realiza una cirugía no utiliza sus manos. De hecho, está cómodamente sentado frente a una consola localizada a unos metros del paciente, a quien ni siquiera mira directamente mientras trabaja dentro de su cuerpo. Desde ahí dirige los movimientos de Da Vinci, una nueva generación de cirujanos.
Hace dos años, Feria Bernal obtuvo la certificación como médico especializado en cirugía robótica por el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y por la empresa Intuitive Surgical de Bogotá, Colombia.
En 1991 realizó un diplomado en Cirugía Laparoscópica en la Clínica 8 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), mismo que le permitió años más tarde especializarse como cirujano robótico. Desde entonces ha realizado nueve intervenciones quirúrgicas asistidas por robot: seis en el CMN 20 de Noviembre y tres más en el Hospital Ángeles del Pedregal.
Con 62 años de edad, 30 de ellos dentro del campo de la medicina, es cirujano por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y desde hace dos años es coordinador de cirugía en el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, institución que realizó con gran éxito las tres primeras intervenciones robóticas de corazón en toda América Latina.
Una nueva forma de operar
Después de realizar los primeros ensayos de cirugía robótica a distancia durante la Guerra del Golfo —invasión liderada por Estados Unidos contra la República de Irak— en el año 2000, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizó la aplicación del sistema robótico Da Vinci en cirugías laparoscópicas, técnica que permite la visión de la cavidad pélvica abdominal.
En ese momento, los soldados heridos en Irak eran operados por cirujanos desde Washington a través de robots llevados en unidades quirúrgicas. Uno de los principales problemas presentados durante esas operaciones fue la variación de segundos en la transmisión de la señal, debido a las distancias kilométricas entre el transmisor y el receptor, lo que hizo que las intervenciones fueran poco seguras y prácticas.
La aprobación de la FDA hizo de Da Vinci —nombrado así en honor al pintor italiano Leonardo da Vinci— el primer robot en utilizar todos los instrumentos quirúrgicos en una operación. Actualmente, este nuevo compañero de cirugía se compone de tres módulos: una consola ergonómica, en la cual el cirujano se sienta y opera el robot; un carro quirúrgico, encargado de sostener y mover los instrumentos, y una torre de visión, que controla dos cámaras para que las imágenes sean iguales. Su tecnología lo hace capaz de sostener hasta tres utensilios quirúrgicos y una cámara tridimensional, que se introduce en el cuerpo de la persona a través de cuatro a cinco incisiones de 12 milímetros.
“En la cirugía abierta podíamos tocar directamente el órgano, en la cirugía laparoscópica teníamos la capacidad de tocar con el instrumento y encontrar las características propias del tejido; en la cirugía robótica no se puede tener esa sensibilidad háptica”, afirma el médico Feria Bernal sobre la ahora nula posibilidad de sentir con el tacto los tejidos orgánicos o fluidos del paciente, mientras que se perciben sus guantes de látex blanco sin una gota de sangre.
El futuro de la cirugía
Para Luis Feria Bernal, Da Vinci es un recurso tecnológico muy importante, puesto que representa el futuro de la cirugía en algunas especialidades: “Hay nuevos robots, hay nuevos productos que nos van a ayudar a hacer menos invasiva la cirugía. En lugar de hacer cuatro o cinco heridas de 12 milímetros, haremos sólo una herida de 12 o 14 milímetros para poder invadir la cavidad abdominal”, afirma el cirujano.
Actualmente, la cirugía robótica es practicada en ocho subespecialidades: Ginecología, Cirugía General, Bariátrica, Urología, Cirugía Cardiovascular, Oncológica, Urología Oncológica y Ginecología Oncológica. El tiempo estimado para realizar una intervención robótica varía dependiendo de la patología. Comúnmente su duración es de dos a tres horas, tiempo superior al de una intervención laparoscópica.
Da Vinci representa también comodidad, pues el cansancio que pudiera experimentar el médico es mínimo: “Trabajar con un paciente obeso que tenga una gran resistencia en la pared abdominal es agotador para el cirujano. En la cirugía robótica nadie está luchando con el paciente, sino que la misma máquina hace su trabajo”.
Mientras el médico permanece sentado en la consola, donde opera con una imagen tridimensional dentro del afectado, como un director de orquesta sus manos coordinan los movimientos de Da Vinci: succiona, corta, coagula, disecciona y extrae órganos. Además, evita los calambres que sufren quienes intervienen a los enfermos por estar largos periodos de pie.
No es autónomo, pero es eficiente: sus brazos giran 520 grados y sus movimientos son precisos y concretos. Sus instrumentos están diseñados con siete grados de movimiento —un grado mayor que el movimiento de la muñeca—, así, sus acciones son más exactas y muchísimo más delicadas, lo que aumenta las posibilidades de que la recuperación del paciente sea más rápida y menos traumática. Los beneficios son extensos: evita sangrados, disminuye el dolor, disimula cicatrices, provoca menor daño a los tejidos y reduce la estancia hospitalaria, dando al paciente una incorporación pronta a sus actividades.
México: sólo ocho robocirujanos
“En cirugías abiertas, la estancia es de tres a cinco días, en robótica es de 24 horas, mientras que su incorporación es de siete a 14 días después de la operación”, asegura el doctor; sin embargo, acepta que pese a las ventajas de someterse a una cirugía robótica, “las condiciones económicas de toda América Latina impiden usar esta tecnología”, pues a diferencia de Estados Unidos, donde hay cerca de 2 mil robots, en México sólo hay ocho.
La magia de Da Vinci se extiende lentamente por la República Mexicana. Actualmente se encuentran distribuidos en tres estados: uno en Guadalajara, en el hospital Puente de Hierro; otro en Monterrey, en el hospital San José, y otro en el Estado de México, en el hospital de alta especialidad de Zumpango. La Ciudad de México alberga cinco: 2 en hospitales particulares, entre ellos el Ángeles —primero en contar con Da Vinci— y tres en públicos, entre ellas el CMN 20 de Noviembre, que fue el primer hospital de América Latina en realizar una histerectomía radical de útero —operación empleada para tratar algunos cánceres del cuello uterino— con resultados exitosos.
A dos años de su llegada a tierras mexicanas se han realizado 227 operaciones: 68 en 2015; 146 en 2016, y 13 en el primer mes de 2017, cifra única del CMN 20 de Noviembre. La cirugía general y ginecológica son las principales operaciones con más casos tratados, 53 y 49, respectivamente, en especial, el cáncer cervicouterino con metástasis (padecimiento en etapa avanzada).
Pero no todas las patologías son candidatas a una cirugía robótica. Al menos, institucionalmente, los pacientes son seleccionados a partir de los beneficios que una intervención pueda aportarle: “Una operación de vesícula no ofrece más ventajas que la cirugía laparoscópica. Se integran igual, les duele igual. No es una cirugía que deba ser tan precisa”. A diferencia de la cirugía de próstata, que permite evitar problemas de disfunción eréctil o algún problema de incontinencia urinaria, puesto que el manejo del robot brinda mayor precisión y, por lo tanto, menor daño a los tejidos.
Los brazos de Da Vinci sólo pueden ser controlados por médicos certificados por la empresa Intuitive Surgical, empresa creadora del robot, y la institución hospitalaria que es dueña del aparato. Además de que los cirujanos deben contar con experiencia quirúrgica, propia de su especialidad, y en cirugía laparoscópica.
“Para hacer uso del robot tengo que certificarme y pasar ciertos exámenes para que vean que soy apto para el manejo de Da Vinci”, afirma Luis Feria, quien es uno de los primeros doctores capaces de controlar el arte de manipular los pinceles de este nuevo Da Vinci.
Las enfermeras y los asistentes, de igual manera, tienen que estar entrenados para trabajar a la par con este nuevo compañero eléctrico.
Para garantizar el éxito de Da Vinci, los técnicos le realizan mantenimiento cada seis meses, a la par que permanecen gran parte del tiempo en el hospital para evitar cualquier contratiempo durante la operación.
Aunque a futuro los costos-beneficio son superiores, el promedio de una cirugía laparoscópica en instituciones privadas alcanza hasta 177 mil pesos, 30% menos que una operación robótica o asistida por robot, cuyo precio puede superar los 260 mil pesos.
Existen dispositivos de última generación que son una verdadera tecnología disruptiva. Es el caso de las válvulas aórticas artificiales que ayudan al corazón a seguir bombeando la sangre hacia el organismo cuando las originales ya demeritaron por el largo uso diario de muchos años.
Hace una década esta enfermedad de la válvula el cardiólogo cirujano lo arreglaba mediante una compleja operación a corazón abierto que implicaba conectar un corazón artificial momentáneamente mientras colocaba la nueva válvula con las manos. Hoy, gracias a una tecnología altamente innovadora, esa intervención se ha vuelto más sencilla y es factible hacerla sin cirugía gracias a la tecnología médica que ofrece mecanismos mucho más sencillos y con mucha más ágil recuperación para el paciente.
Es el caso de la válvula percutánea de Medtronic que se coloca sin necesidad de cirugía. El médico sólo introduce un catéter altamente especializado con el cual se ayuda a enroscar el dispositivo en el lugar indicado. El doctor César Moris, jefe de servicio de Cardiología del Hospital Central de Asturias en Oviedo, España, dice que está intervención cardiaca hoy es inclusive más sencilla que la laparoscopía porque no requiere anestesia, sólo un poco de sedación, al grado de que el paciente puede ver su propia intervención de corazón, recuperase muy rápido e irse del hospital en unos días.
El primer disruptivo en este ámbito fue un médico francés quien creyó que algo entonces visto como imposible podía ser posible. Realizó el primer implante experimental de una válvula de este tipo en el año 2002. Unos seis años más tarde se autorizó para ser probado como último recurso en personas con enfermedad coronaria muy mayores que no podían arriesgarse a ser operados por la alta probabilidad de morir. La tecnología fue adquirida por Medtronic y muy pronto demostró un éxito rotundo al extender la vida a muchas personas mayores de 80 años. Entonces se empezó a implantar en personas con menos riesgo que sí podían ser operadas y hoy en los países desarrollados ya se aplica a nivel masivo para todo paciente con problemas en válvula aórtica.
El primer año de su lanzamiento se colocaron 50 válvulas, en el segundo 200, en el tercero 1000 y su crecimiento sigue exponencial: en el 2015 se colocaron 75,000 de estas válvulas cardiacas en todo el mundo. Hoy ya van más de 200,000 válvulas implantadas en el mundo y, así como va, muy pronto será la terapia por excelencia para esta patología cardiovascular que es de las más frecuentes que afectan al corazón.
En Alemania el implante de la válvula percutánea ya superó a la cirugía y se convirtió en la terapia más utilizada para estos pacientes. Juan Gaspar, director de educación médica de Medtronic para América Latina, dice que considerando el acelerado envejecimiento poblacional para el 2020 se estarán colocando unas 300,000 válvulas CoreValve en el mundo.
Un punto relevante para México es que esta tecnología médica se produce en Tijuana, Baja California, donde se encuentra una de las seis plantas que Medtronic tiene en el país capitaneada por Fernando Oliveros. Es una de las principales compañías de dispositivos médicos y exporta desde México 3,000 millones de dólares anuales.
Algo interesante es que para producirse requiere de mano de obra muy delicada pues estos dispositivos quirúrgicos son unas estructuras metálicas minúsculas que se fabrican a mano pues cada válvula requiere unas 1,500 puntadas de máxima precisión.
Definitivamente son de esas tecnologías disruptivas que generan ruptura. En este caso cambian la vida a la humanidad; parecen del futuro, pero ya están en el presente y están elevando notoriamente la esperanza de vida de la población mundial.
Mediante el implante de diminutos sensores dentro del cuerpo humano, con esta invención sería posible monitorear diversas variables; desde la presión sanguínea hasta la presencia de sustancias tóxicas, la temperatura, presión arterial, el flujo de la sangre, etc. Prácticamente, se pueden usar para conocer cualquier parámetro dentro del cuerpo humano y a tiempo real.
Fuente: Batanga.com
Esta novedosa forma de practicar la medicina permite a los doctores realizarcirugías en el lugar donde se encuentre el paciente, mientras que ellos están al mismo tiempo en un lugar diferente. Los investigadores están desarrollando una nueva forma de robots: los nanorobots, que son capaces de ser insertados; por ejemplo, en el abdomen de un paciente para ser controlados por cirujanos a cientos de kilómetros de distancia. ¿Imaginas? Mientras uno se encuentra en la sala de cirugía, su médico puede estar en otro país, operando desde su hogar.
Estos sistemas están ideados para trabajar en zonas de desastre, campos de batalla o cualquier circunstancia en la que el paciente o el profesional no pueden trasladarse a un hospital. Este micro robot es entre otras cosas, capaz de frenar hemorragias internas: la principal causa de muerte en situaciones traumáticas.
Fuente: Batanga.com
CIUDAD DE MÉXICO (14/SEP/2015).- Un grupo de investigadores mexicanos desarrollaron el dispositivo VP Band para eliminar el uso de las jeringas, el cual podría ser eficiente para niños, personas de la tercera edad y enfermos mentales, debido a que disminuye el dolor de la punzada por tener sensores de anestesia.
En una entrevista con la Agencia Informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el director de la compañía INDI Ingeniería y Diseño, Jesús Tamez Duque, indicó que su equipo de trabajo desea reinventar la inyección con un método seguro.
Durante la investigación para el desarrollo del dispositivo se encontró que algunos médicos declararon reutilizar las jeringas con solo lavarlas, por lo que para prevenir cualquier contagio VP Band contará con un cartucho desechable.
“Es preocupante ver cómo la tecnología, en varios años, no ha entrado mucho en el tema de salud y no se han visto avances, simplemente vemos cuánto tiempo tiene el uso de jeringas”, dijo Tamez Duque.
El dispositivo se compone por una banda elástica que sostiene un cartucho, el cual contiene la aguja y un tubo para la recolección o suministración de tratamientos. Además tiene pequeños electrodos los cuales brindan electroanestesia para evitar el dolor de la punzada.
El aparato también es ideal para los enfermos con diabetes, personas obesas o con anorexia, pues facilita la localización de la vena por medio de luces.
“Se coloca la banda en el brazo, luego se activan las luces para crear el contraste entre las venas y el brazo; el médico detectará la vena a través de un pequeño orificio del cartucho y al oprimir un botón se activa la anestesia y entra la aguja al mismo tiempo que el catéter”, detalló Tamez Duque.
Además, la banda del dispositivo la podrán usar varios pacientes, por lo que su objetivo será que todas las enfermeras cuenten con una VP Band para suministrar los tratamientos o extraer sangre.
“Al quedar la aguja y el catéter conectados con la vena, la banda se puede retirar del brazo y solamente se tiene que pegar con cinta el cartucho para seguir alimentando. Por eso nuestro objetivo es que cada enfermera tenga una VP Band y lo único que ocuparía es un cartucho por paciente”, dijo Tamez Duque.
“Así podrá dejar el cartucho a cada paciente para continuar administrando medicamentos y llevarse la banda para otro paciente que necesite canalizar”, agregó.
El cartucho desechable que contiene la aguja será de diferentes colores según el tipo de aguja y tratamientos a utilizarse.
“Estamos trabajando con las agujas normales, queremos modificarlas y hacerlas más cortas, diseñar con diferentes diámetros para cada tipo de tratamiento”, mencionó.
“Nuestro propósito será diseñar cartuchos para cada tipo de aguja y que se vendan en diferentes presentaciones a precios accesibles”, puntualizó.
Aunque la VP Band todavía no entra al mercado, los desarrolladores esperan expandir pronto su tecnología a nivel mundial.
Fuente: http://www.notimex.com.mx/acciones/verNota.php?clv=340491
Google comenzó a trabajar con la compañía farmacéutica Sanofi en la digitalización de los procesos de control de la diabetes. Se trata de un paso más para su grupo de ciencias de la vida, recientemente separado de Google X y sin un nombre aún declarado.
Aunque todavía la división no tiene nombre oficial, ya tiene un objetivo. Este grupo ya está trabajando en torno a la enfermedad crónica de la diabetes y su primer propósito es ayudar a los pacientes a controlar su enfermedad y, con este fin, colaborará con la farmacéutica Sanofi en el desarrollo de tecnologías que avancen en el control y gestión de la enfermedad.
Los diabéticos ya utilizan aplicaciones móviles, dispositivos médicos e incluso tiras medidoras para registrar su ingesta de alimentos para su nivel de azúcar en sangre. Suelen ser métodos desintegrados, pero ahora se quiere dar un paso más para que médicos y pacientes conozcan al detalle sus niveles de glucosa, a través de sensores, dispositivos portátiles y herramientas de análisis médico y, de esta forma, controlar mejor la enfermedad.
Por ejemplo, la tecnología podría ayudar a explicar a un médico qué nivel de glucosa tiene un paciente en tiempo real y relacionarlo con las dosis de insulina necesaria en cada caso.
Google ya trabaja con la farmacéutica Novartis en la creación de lentes de contacto que utiliza las lágrimas para medir los niveles de azúcar en sangre. A principios de este mes, Google y el fabricante de dispositivos médicos Dexcom anunciaron su colaboración en la creación de un pequeño sensor que controle continuamente los niveles de glucosa en sangre y cuelgue los datos en la nube.
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